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Para cuando me encuentres, sepas que fue de mí después de tu ausencia.

Le quiero

¿Qué si lo quiero?   En este momento, lo quiero dentro y fuera de mí. Lo quiero como el surgimiento de un nuevo movimiento social con disturbio y alojamiento para los indefensos, los que no se escuchan porque siempre están al filo del mañana y del que qué pasará. Lo quiero porque invade lo que estoy por pensar y lo que pienso cuando lo escribo, cuando lo moldeo, cuando lo invoco, cuando lo hago mío y más cuando no se sabe suyo. Lo quiero incomprendido y subrayado. Lo quiero extenso  y resumido. Lo quiero sumergido en su agonía y en su disfrute por el arte y lo desconocido. Lo quiero así, con la ligereza de sus manos y el eco de su voz retumbando en mis oídos; lo quiero de noche y de madrugada, en su casa y en la mía. Lo quiero en mis versos y mis escritos, en mis palabras y sus letras. Lo quiero con su pálida mirada y la comisura sin igual de sus labios. La sutileza encaminada de sus manos me proyectan la felicidad del querer aun sin ser concebido. Así lo quiero, caminando entre mis ad

El Jardín del Edén

-¿Cómo será el Jardín del Edén?- Me preguntaba cuando le veía hablar mientras utilizaba sus manos. Era como un director de orquesta coordinando mis ojos y captando mi atención a lo que emanaba de sus labios. Sentada sobre aquella banqueta me detuve a pensar sobre esa tarde en particular. El viento resoplaba y mis cabellos iban de un lado a otro, los perros se acercaban a nuestros tacos al pastor y yo bebía Coca - Cola; siempre me he sentido culpable por beber ese veneno riquísimo, pero ¿Qué le puedo hacer ya? Pensaba también que haberlo conocido, podría ser el principio a la entrada al Jardín del Edén, y que el roce de sus manos podría generar una comparación entre lo que se dice de este paraíso y lo que sus manos guardaban para sí mismas.  Caminamos un tramo por la avenida Álvaro Obregón, y como es su intelectual costumbre (y como mi particular guía de turistas) me llevó a conocer ciertas figurillas postradas en aproximadamente cada 5 metros de aquella avenida. Seguía pensando en aque

El parque de México

Una vez me preguntaron si quería casarme; si quería llenar mi vida del lujo impreciso del amor y sus tormentos. Contesté que no y, no porque sea una mujer tergiversada con la idea de compartir tu vida con alguien, de hecho, la conexión que existe con un compañero de vida, es realmente perfecta, pero eso es precisamente lo que me aterra: el no encontrarlo. Que no exista. Yo miraba el tranvía de los autos, el chico del violonchelo; y su abrazo caía sobre mis hombros como una especie de culpa. Sus ojos externaron la dicha de la unión, del corral inmaculado, de la espera sin igual. Mis labios expulsaron como vómito la negación verbal. Y una vez más, sus alaridos silenciosos retumbaron como gritos en mis oídos haciendo explotar mis sienes. Cargué con su pañuelo unos meses y con la disculpa entrecortada en la garganta, aun con eso, yo lo miraba y no encontraba el contexto de mis versos en sus manos; así como la zarpa perfecta de la Sociología andando.  Llegué de la manera incorrecta al metro

La paradoja de mi hogar

Me preocupa mi país, y tú. Mis calles y tus avenidas. ¡Claro que me preocupan tus atajos, decisiones y quejas! Tu carrera, tu abismo, tu alegría y la mía. Me acechan todo tipo de preguntas cuando no estoy contigo. Todo tipo de acertijos me hacen querer descifrarte, dibujarte, descubrirte como una especie de destino acometido. Me toco los dedos recreando un mundo mejor para ti, para tus pies, para tu sombra, para tus ganas, y en conjunto, la felicidad que recreas con la mía. ¡Claro que me preocupa esta época de miedo, y la distancia con la que no te tengo!  Trazo entre líneas punteadas un camino entre tu cerca y la mía.  Antes de los temas políticos, existes tú, y es que, no me malentiendas, simplemente que el alcance de mi riqueza, es también trabajo tuyo. Es el empeño por dejarme ver que tengo metas y sueños, que aunque se ven muy lejanos a cumplir con toda esta pandemia, me incitas a intentar. Esa capacidad de persuasión no la tiene cualquiera. Me pongo canciones a tu nombre y adorn

El eterno intento

Buscándote, recorrí su infame cuerpo. Su lasciva mirada se dirigió tórridamente sobre mis pechos, mi cuello, mis ojos y la tranquilidad de mis huesos. Lo sentí como un estrépito suspiro entre su respiración y la mía, entre su corazón y el mío. Tomé su rostro con una de mis manos y lo miré en una especie de monumental agonía; podría comprender en su mirada el mismo vacío que yo sentía, que me carcomía por dentro. En una exultante pausa, comprendí que ambos estábamos ahí porque nos llenábamos a ratos hieráticos. No puedo negar que sus caricias alimentaban como limosnas el vacío de las tuyas pero, en momentos, me hacían perder el esfuerzo por encontrarte. Me mantenían en una cierta inanición y, para ese entonces, y absurdamente me llenaba el alma, las entrañas, el pensar, la mente, el frío, los labios, el sexo, todo lo que complementaba a "esta nueva yo".  Para cuando lo volví a ver, tenía lo prometido en la mano y mi complaciente fervor se iba apagando, sin duda, pero dentro

Oasis en Berlín

No lo conocía y yo tenía que estar 3:30 de la tarde en la estación Miguel Ángel de Quevedo. Los nervios los sentía como una regurgitación leve salir de mis entrañas. Había platicado poco con él, y lo que se dice entre letras representa una brillante osadía para alguien que apenas entrevera la persona que eres en realidad. Era diciembre y el frío por las tardes era tolerable, sin embargo, mis manos estaban trémulas y la derecha estaba metida en el bolsillo de mi chaleco negro, así que se encargó de jugar con las canciones de mi celular, dado que siempre he sido una melodramática y me gusta darle un comienzo febril a ese solaz con alguien nuevo. En fin, puse la melodía que más iba con mi estado de ánimo, y llegué a la estación. Me pareció que fue demasiado rápido el viaje y así recordé su mensaje muy claro: "No vemos debajo del reloj a las 3:30 PM. Me trae momentos gratos, ¡Me recuerda a mi adolescencia!".    Súbitamente pensé que ese lugar representaría, ahora para mi, e

Durante tu ausencia